SHEINBAUM ENFRENTA SU PRIMERA GRAN CRISIS: GOBIERNO ACORRALA Y CRIMINALIZA PROTESTA SOCIAL MIENTRAS EL PAÍS ARDE EN INSEGURIDAD
* Protesta nacional destapa el miedo del Gobierno: jóvenes
exhibidos, críticas censuradas y un país al límite del hartazgo
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de noviembre de 2025.– Con banderas
blancas, de One Piece y hasta de México con el rostro de Carlos Manzo en lugar
del escudo, arrancó desde el Ángel de la Independencia la primera gran
movilización contra el Gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo. Un movimiento que,
a pesar de ser bautizado como “protesta de la generación Z”, también congregó a
personas mayores de 30 años, familias enteras vestidas de blanco y ciudadanos
hartos del rumbo del país. Los jóvenes, echados para delante artos de la
violencia que se vive en México, también un grupo de encapuchados derribó
vallas y lanzó objetos contra un Palacio Nacional amurallado como si esperara
una guerra.
Pese a esos momentos de tensión, la jornada avanzó en relativa
paz. Pero la furia social fue evidente: insultos directos a la presidenta, el
grito de “fuera Morena” y la consigna que marcó la marcha: “No somos
inteligencia artificial”, una respuesta directa a la narrativa oficial que
intenta minimizar el descontento ciudadano con explicaciones tecnocráticas y
teorías de conspiración.
Lo que para muchos fue un ejercicio de libertad democrática,
para el Gobierno se convirtió en una amenaza que decidió combatir no con
diálogo, sino con estigmatización. Durante toda la semana, la administración
federal intentó desacreditar la convocatoria acusándola de ser un “movimiento
fabricado” por la oposición, influencers y cuentas vinculadas a la Atlas
Network. Sheinbaum presentó incluso un “informe” que busca justificar la idea
de una estrategia digital externa, pero cayó en lo que muchos consideran un
acto de irresponsabilidad extrema: exhibir a jóvenes durante la mañanera,
usando recursos públicos para intimidar, exponer y criminalizar a ciudadanos
que decidieron protestar.
Guadalupe “N”, de 29 años, lo resume con claridad: “Estoy aquí
porque amo México. Estoy cansada de tanta violencia y de tanta inseguridad”,
afirma. Y critica sin rodeos el informe oficial: “Claudia tiene miedo. No somos
bots. Somos gente real, estudiantes, trabajadores, personas que queremos un
México mejor”.
El malestar se alimentó además del asesinato del alcalde de
Uruapan, Carlos Manzo, convertido en símbolo de la protesta, aunque su familia
se ha deslindado. Su figura, replicada en banderas y ropa, representó la rabia
y el miedo de una ciudadanía que siente que el país se desmorona mientras el
Gobierno se concentra en controlar narrativas, no en garantizar seguridad.
Otra figura que tensó el panorama fue Ricardo Salinas Pliego.
El empresario amplificó la convocatoria justo en medio de su confrontación con
el Gobierno por una deuda fiscal de 50 mil millones de pesos. El jueves,
cuentas de la generación Z publicaron un cartón donde se ve a Sheinbaum ahorcando
a una persona armada con un SAT. La administración federal asegura que el
magnate participa en una “campaña de desgaste” con un gasto estimado de 90
millones de pesos… pero evita hablar de algo fundamental: la falta de
credibilidad y el creciente hartazgo social que alimentan estas movilizaciones
sin necesidad de conspiraciones digitales.
La protesta, nacida en redes, mezcló videos hechos con
inteligencia artificial, estética de anime, discursos sobre corrupción e
inseguridad y convocatorias de influencers como Temach, Chumel Torres y Arturo
Herrera. Jóvenes entre 15 y 20 años, que no vivieron procesos como #YoSoy132,
recibieron consejos para marchar por primera vez. Sin embargo, el Gobierno
insiste en que el movimiento “no es genuino”, que fue impulsado desde el
extranjero, y que detrás hay intereses oscuros. Un discurso repetido para
descalificar y evitar escuchar.
Cuando la marcha llegó al Zócalo, un grupo de encapuchados
lanzó piedras, botellas y petardos. La policía respondió con gas pimienta. Mientras
tanto, manifestantes mayores —vistiendo de blanco— observaban e incluso
alentaban a avanzar: “¡Palacio Nacional es del pueblo!”, gritaban. Una escena
que evidenció no una conspiración extranjera, sino una fractura interna, un
país al borde del hartazgo.
El pliego petitorio incluye revocación de mandato, reformas
judiciales y transparencia, pero en redes domina una narrativa de seguridad,
cansancio y corrupción. Y mientras el Gobierno se dedica a rastrear
influencers, bots y supuestas redes globales, evade reconocer la verdadera raíz
del problema: el país está indignado, dolido, frustrado y desilusionado.
Si esta es la primera gran crisis de Sheinbaum, el mensaje es
contundente: la calle ya habló, y no lo hizo a través de algoritmos, sino de
miles de ciudadanos que no ven liderazgo ni soluciones, solo un Gobierno
empeñado en culpar a todos… menos a sí mismo.

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