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domingo, 9 de noviembre de 2025

 EL “PLAN MICHOACÁN”: CIFRAS MILLONARIAS, DISCURSOS

 RECICLADOS Y UNA PAZ QUE NO LLEGA


* Entre la propaganda y la tragedia, el gobierno federal lanza otro megaplan para un estado que ya no cree en promesas.


Por: EXPEDIENTE SECRETO

 



Ciudad de México, 9 de noviembre de 2025.– A una semana del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo decidió responder con lo que este gobierno mejor sabe hacer: presentar un plan, con cifras espectaculares y promesas que suenan vacías.

 

Desde Palacio Nacional, rodeada de funcionarios y cámaras, Sheinbaum anunció el “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia”, una estrategia que, según dijo, movilizará más de 57 mil millones de pesos en inversión pública y mixta para “recuperar la paz” en el estado. Lo mismo se dijo hace seis años con el Plan Integral para la Pacificación del País, y antes con el Plan de Apoyo a Guerrero, y más atrás con el Programa Nacional de Seguridad. La historia se repite, el resultado también.

 

El anuncio llegó en medio de la indignación por el crimen de Manzo, pero también como una maniobra política para lavar la imagen de un gobierno que ha perdido el control en Michoacán. Los ejes, los montos y los discursos parecen calcados de administraciones pasadas: reforzar la Guardia Nacional, construir infraestructura, atender las causas. La receta es la misma, aunque los muertos se acumulen.

 

Doce ejes, cien acciones, miles de millones… y cero autocríticas. El plan promete de todo: patrullas, escuelas, becas, carreteras, créditos para mujeres, fibra óptica y campañas turísticas. Una lista digna de un catálogo electoral más que de una política de seguridad. En los hechos, ni Sheinbaum ni su secretario de Seguridad han explicado cómo evitarán que las obras públicas, los contratos y los apoyos sociales terminen en manos del crimen organizado, que en Michoacán controla desde las obras hasta el voto.

 

El gobernador morenista, Alfredo Ramírez Bedolla, con el cinismo de siempre, agradeció “el respaldo del Gobierno de México” y ofreció 2,700 millones más. Pero no dijo nada sobre sus vínculos familiares con el narcotráfico, documentados en cortes estadounidenses. No mencionó tampoco que su propio estado ha sido incapaz de garantizar seguridad ni siquiera a sus alcaldes.

 

En los municipios, los ediles gobiernan entre amenazas y los ciudadanos sobreviven entre balas. Hablar de paz desde Palacio Nacional mientras Uruapan, Zamora o Aguililla son territorios sitiados es, como mínimo, una ofensa.

 

El llamado Plan de Operaciones “Paricutín”, que involucra Ejército, Marina y Guardia Nacional, suena contundente, pero ya se ha intentado antes. En 2019, con el despliegue federal de 6,000 elementos, se prometió “recuperar la tranquilidad” en Tierra Caliente. Hoy, los cárteles son más, las armas mejores y las fosas más profundas.

 

Sheinbaum habló de diálogo con comunidades indígenas, empresarios, jóvenes y mujeres. Pero ese diálogo nunca llega a los que más lo necesitan: los alcaldes que viven con escolta, los campesinos que pagan derecho de piso o las familias que entierran a sus muertos sin justicia.

 

La presidenta aseguró que dará seguimiento personal cada 15 días al plan y que los avances se informarán en “La mañanera del pueblo”. Un guiño al control mediático que ya se volvió política pública: si se anuncia, existe; si se repite, funciona.

 

El país lleva dos décadas escuchando planes de paz. Y Michoacán ha sido laboratorio de todos. El resultado: más programas, menos seguridad; más dinero, menos Estado.

 

Mientras los funcionarios presentan ejes y montos, la gente sigue huyendo de sus pueblos, los empresarios cierran cortinas y los criminales cobran impuestos. Esa es la verdadera rendición de cuentas.


El Plan Michoacán por la Paz y la Justicia no es más que un paliativo político frente a una crisis moral y de Estado. Lo que necesita Michoacán no son planes de escritorio ni discursos en Palacio, sino autoridades que no teman al narco, gobiernos que no sean sus socios y presidentes que no confundan anuncios con resultados.

La paz no se decreta, se construye. Y en Michoacán, por ahora, solo se finge.

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