MICHOACÁN: EL NARCO GOBIERNA Y EL MIEDO MANDA
* Reuniones vacías, alcaldes aterrados y un gobernador con la
sombra del crimen en la espalda. La simulación es ya la única estrategia del
poder.
Por: EXPEDIENTE SECRETO
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de noviembre de 2025.– A Michoacán lo
gobierna el miedo. Y lo administra la simulación. A principios de esta semana,
el equipo del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, ese morenista que presume
control mientras el estado se desangra, ordenó a los secretarios particulares
de los alcaldes acudir a Morelia para reunirse con la secretaria de
Gobernación, Rosa Icela Rodríguez.
La cita, dijeron, era para “escucharlos”. Lo que nadie les
aclaró fue que el gobierno federal no tiene ni la mínima idea de cómo hacer una
estrategia de seguridad para contener la violencia que devora los municipios de
Michoacán.
El miércoles se presentaron 59 de 61 alcaldes convocados; el
jueves, otra tanda. Todos llegaron con caras largas, algunos con el susto
tatuado. No es para menos: apenas el fin de semana anterior asesinaron al
alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, frente a su familia y ante cientos
de personas. Nadie en el gobierno lo protegió; esa era una muerte anunciada y
prácticamente “todos sabían que lo iban a matar”.
Rosa Icela les habló con tono maternal. Les pidió confianza,
les prometió que escucharía sus inquietudes. Y luego soltó la verdad: no hay
plan alguno para pacificar Michoacán. Lo dicho por la presidenta Claudia
Sheinbaum en la mañanera, solo se trató de otra fantasía más de Palacio
Nacional.
Los alcaldes guardaron silencio. No solo por respeto, sino por
terror. En Michoacán nunca se sabe quién está sentado a tu lado: no se sabe si
un colega alcaldes es un emisario del narco. En voz baja lo reconocen: “hablar
es dinamita”. En este estado, quien se atreve a denunciar no siempre regresa
con vida.
La historia no es nueva. En tiempos de Peña Nieto, ocurrió lo
mismo: reuniones de cortesía, promesas vacías y funerales prematuros. De aquel
entonces, dos voces críticas, Gustavo Garibay y Osbaldo Esquivel Lucatero,
terminaron asesinadas. En Michoacán, levantar la voz es firmar la sentencia de
muerte.
Esta semana, la escena se repitió. Tres horas de discursos
huecos y reclamos absurdos, como el de una alcaldesa que se quejaba de no tener
semáforos desde hace dos años. El ejemplo es grotesco, pero revela la parálisis
del poder local: mientras los alcaldes piden semáforos, los criminales
controlan los territorios.
El alcalde panista de Sahuayo, Manuel Gálvez, fue el único que
habló con dignidad. Exigió que se hablara de seguridad, no de trámites. Pero el
mensaje se perdió entre la burocracia y el miedo.
Y mientras tanto, el gobernador Ramírez Bedolla carga con su
propio escándalo familiar, que ya no puede esconder. Documentos judiciales del
Distrito Sur de Florida confirman que su tío, Adalberto Fructuoso Comparán
Rodríguez, alias “El Fruto”, y su primo, Adalberto Comparán Bedolla, están
presos en Estados Unidos por narcotráfico y lavado de dinero.
El expediente, firmado por el juez Jonathan Goodman, detalla
que ambos fueron acusados de conspirar para importar, distribuir y poseer más
de 500 gramos de metanfetamina, además de lavar dinero violando el Título 21
del Código de los Estados Unidos. Dicho de otro modo: la sangre y el dinero
sucio corren también por el árbol genealógico del gobernador Michoacano.
Y ahora, con el asesinato de Carlos Manzo, crítico frontal de
Ramírez Bedolla y aspirante a la gubernatura, las sospechas apuntan directo a
la Casa de Gobierno. Porque en Michoacán los enemigos del poder no caen por
accidente, los mandan callar.
Hoy los alcaldes exigen reuniones privadas, lejos de la
secretaria, lejos del gobernador. No por estrategia, sino por sobrevivencia.
Saben que el narco los observa más que el propio Estado.
La tragedia michoacana no es producto del destino, sino del
desdén. Sheinbaum sonríe en Palacio Nacional, Rosa Icela toma nota y Bedolla se
victimiza. Mientras tanto, el crimen gobierna, la gente huye, y los muertos
siguen contando la historia que el poder no quiere escribir.

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