CHICOLOAPAN: EL FRACASO DEL CANJE DE ARMAS Y EL
GOBIERNO INFILTRADO POR EL CRIMEN
Por: Expediente Secreto
Ni el alcalde Javier Mendoza Vázquez, ni el jefe de la policía
municipal, Josafat Green Ramírez, acudieron al arranque. En la explanada
designada para el evento, la imagen fue desoladora: ni armas entregadas, ni
ciudadanos interesados, ni mucho menos autoridades responsables. “Ni las moscas
se pararon”, ironizaron algunos vecinos.
UN MUNICIPIO MARCADO POR EL CRIMEN DESDE EL PODER
La falta de interés no es casual. Chicoloapan lleva más de
seis años bajo la sombra del crimen organizado y con gobiernos locales
permeados por la corrupción. La administración pasada, encabezada por la
morenista Nancy Gómez Vargas, dejó una estela de escándalos y vínculos
familiares con el narco.
Su jefe de seguridad, Carlos Amador Santiago Pérez, está
prófugo de la justicia, acusado de proteger a los propios hermanos de la
exalcaldesa. Uno de ellos, Alexis Gómez Vargas, fue detenido con armas y droga
a bordo de un auto deportivo de lujo. Otro, Marco Antonio Gómez Vargas, alias El
Kino, es señalado como operador de La Familia Michoacana en la región y hoy
permanece prófugo.
Es decir, la delincuencia no llegó de fuera: se incubó en el
corazón mismo del gobierno local.
EL ERROR DE JAVIER MENDOZA: ABRIRLE LA PUERTA A “LOS
TALIBANES”
El actual alcalde, Javier Mendoza Vázquez, prometió un cambio.
Sin embargo, pronto cometió lo que hoy es considerado su mayor error político:
permitió que Édgar Ruiz Aguilar, hijo de Reinaldo Ruiz Castaneyra “El Perro”,
llegara al cabildo como primer regidor.
“El Perro” es ampliamente identificado como líder de Los
Talibanes, un grupo delictivo dedicado a extorsionar a comerciantes y que ha
impuesto el terror en la región. La entrada de su hijo al gobierno municipal
confirmó los peores temores: que la administración actual, en lugar de limpiar
la casa, abrió todavía más las puertas al crimen.
UN PUEBLO SITIADO
Asesinatos, extorsiones, amenazas a comerciantes y un ambiente
de miedo permanente forman parte de la cotidianidad en Chicoloapan. “Aquí todo
mundo sabe quién manda, y no es la policía”, comenta un comerciante del centro,
que pide el anonimato por miedo a represalias.
En este contexto, el programa de canje de armas no podrá prosperar.
“¿Cómo voy a entregar un arma si la policía está con ellos?”, agrega otro
vecino. La lógica es sencilla: ¿De qué sirve desarmar a los ciudadanos si
quienes deberían protegerlos están coludidos con los criminales?
FRACASO ANUNCIADO
El resultado fue contundente: cero armas entregadas, cero
presencia de autoridades, cero credibilidad. El mensaje que quedó entre los
habitantes fue claro: al gobierno municipal y a su policía les importa poco la
seguridad.
El desdén de Javier Mendoza y de su comisario Josafat Green
Ramírez no solo sepulta el canje de armas: mina aún más la poca confianza que
queda entre los ciudadanos.
EL FRACASO TAMBIÉN ALCANZA A DELFINA GÓMEZ
El desmoronamiento de la estrategia no afecta únicamente al
alcalde. La gobernadora Delfina Gómez Álvarez ha hecho del programa de canje de
armas una de sus banderas para reducir la criminalidad en el Estado de México.
Pero en Chicoloapan, su iniciativa se desplomó sin remedio.
Desde su oficina en Toluca, la mandataria morenista ha
insistido en que con “voluntad y coordinación” se pueden reconstruir la paz y
la confianza. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario: en un municipio
donde la delincuencia se incrustó en el propio gobierno, las buenas intenciones
no alcanzan.
UN FUTURO INCIERTO
Hoy, Chicoloapan enfrenta un escenario oscuro: autoridades
municipales presuntamente vinculadas con criminales, una policía desacreditada,
programas de seguridad convertidos en simulacro y una ciudadanía que desconfía
de todos.
Mientras tanto, los grupos delictivos avanzan con impunidad.
El fracaso del canje de armas no es un hecho aislado: es la prueba de que la
violencia no se resolverá con campañas simbólicas, sino enfrentando la raíz del
problema. Y en Chicoloapan, esa raíz está en el propio gobierno.
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