¿CUÁNTAS MÁS COMO MONSERRAT?
Por: Héctor De Mauleón.
En Lago Chalco 76, en la colonia Anáhuac, en la Ciudad de México, una joven de 25 años vivía un infierno. La madre de su pareja la drogaba para tenerla adormecida y no escapara. El padre de su pareja le llevaba clientes a su departamento, para que tuvieran relaciones sexuales con ella.
En Lago Chalco 76, en la colonia Anáhuac, en la Ciudad de
México, una joven de 25 años vivía un infierno. La madre de su pareja la
drogaba para tenerla adormecida y no escapara. El padre de su pareja le
llevaba clientes a su departamento, para que tuvieran relaciones sexuales con
ella. Y su pareja, Sean Alejandro “N”, cobraba 500 pesos por cada una de estas
relaciones.
En el teléfono de Sean Alejandro la policía halló
imágenes que daban cuenta de las atrocidades a las que Montserrat Juárez
era sometida.
Los vecinos reportaron varias veces los hechos de violencia
que estaban ocurriendo en Chalco 76. Llegaban patrullas, policías. Finalmente,
no pasaba nada.
Más tarde, cuando Montserrat yacía muerta en una cama, un
policía preventivo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Fredy “N”, les
cobró a sus verdugos cinco mil pesos para conectarlos con una funeraria y
conseguirles el certificado médico con el que pudieran cremarla. Sean “N”
la había matado a golpes ese día, pero el policía reportó que el cadáver de
Monserrat no presentaba signos de violencia. Aún más: mintió al asentar en su
parte informativo que había contactado al ministerio público de Miguel Hidalgo
para informarle de los hechos y asegurar que este había certificado que el
cadáver no presentaba signos de violencia.
En el boletín correspondiente, la Secretaría de Seguridad
Ciudadana de la CDMX informó que se había recibido el reporte de una persona
inconsciente, y que un hombre de 53 años (el padre de Sean Alejandro) les había
informado que su nuera se había desvanecido y que presentaba trastornos
alimenticios y respiratorios.
A partir del reporte de Fredy “N”, la SSC sostuvo que
“al confirmar la ausencia de signos de violencia las autoridades ministeriales
“autorizaron que su familiar se hiciera cargo de los trámites funerarios”.
Un posterior análisis de cámaras, bitácoras y llamadas
telefónicas demostró que el policía preventivo nunca había tenido contacto con
autoridades ministeriales.
Fredy “N” llevaba 14 años de servicio. Había causado alta en
la Secretaría en febrero de 2009. Su compañero, el policía auxiliar René “N”,
llevaba 12 años con 10 meses en la corporación.
¿Era la primera vez que lo hacían? ¿Era la primera vez que
las huellas de un asesinato o un feminicidio eran eliminadas para siempre en
los hornos de alguna funeraria?
¿Por qué recomendó el agente Fredy “N” esta funeraria en
particular? ¿Recibía algún tipo de comisión por llevar cadáveres a aquel sitio?
El caso siniestro de Monserrat apenas deja entrever la
cloaca que existe en la ciudad: cuando el supuesto certificado de defunción
extendido “por un médico” les fue presentado no de manera impresa, sino solo a
través de un pantallazo -y no queda claro si se aprecian también las huellas
del politraumatismo que cortó la vida de la joven-, personal de la funeraria
condujo el cuerpo en uno de sus vehículos hasta una agencia de la fiscalía de
investigación territorial de Miguel Hidalgo.
La intención era “pedir una opinión”. En la fiscalía,
dos agentes del ministerio público, “sin realizar ninguna diligencia, ni
informar a sus superiores”, le dijeron al personal de la funeraria que se iban
a comunicar más tarde “para atender la situación”.
Nunca llamaron. Tampoco atendieron nada.
Por esa causa, dos agentes del ministerio público, Karen
“N” y Gabriela “N” fueron suspendidas y se encuentran bajo investigación.
Mientras tanto, el proceso de cremación era tramitado
por Sean Alejandro y sus familiares. Todo habría quedado en la impunidad si los
vecinos de Chalco 76 no hubieran subido a las redes los videos en que se veía
la manera en que el cuerpo, envuelto en sábanas, fue sacado del departamento
donde ocurrió el feminicidio, y en el que los vecinos habían reportado varias
veces a la policía las constantes escenas de maltrato y violencia.
Cuando explotaron los videos en que aparecían bajando
el cuerpo por una escalera, uno de los policías presentó una licencia médica y
al poco tiempo desapareció. El otro se dio a la fuga desde el minuto uno.
Fueron esos videos los que permitieron que elementos de la
fiscalía de búsqueda de personas desaparecidas detectaran que había una ficha
por desaparición, tanto en la ciudad como en el Edomex, a nombre de
Montserrat Juárez, y se presentaran en Chalco 76 para interrogar a los vecinos.
Gracias a eso la fiscalía de feminicidios pudo
localizar la funeraria donde el cuerpo de Monserrat fue recuperado.
El teléfono del feminicida guarda las imágenes y las
conversaciones que prueban el abuso, la violencia y el maltrato a que Sean
Alejandro y sus padres sometieron a Montserrat.
Todo eso pudo desaparecer debido a la corrupción, las
omisiones, la negligencia de las autoridades. Todo esto se pudo evitar si los
constantes llamados de los vecinos hubieran sido atendidos.
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