SUEÑO MEXICANO ES LA DESMILITARIZACIÓN
*A dos años del inicio del régimen excepcional y temporal de
la Guardia Nacional, no se invierten recursos en fortalecer policías o
corporaciones. En cambio, se otorga más poder a la Sedena.
Por: Adriana Greaves y Estefania Medina
Ciudad de México, 5 octubre de 2021. ¿Ver a los militares en
las calles, en las autopistas o los aeropuertos nos hacen sentir más seguros?
¿Los militares en la calle son una novedad para atender la desbordada inseguridad?
La respuesta a estas interrogantes es un No. Y es precisamente por eso que
mantener a los militares en la calle es una propuesta tanto antigua como
inútil.
Recordemos que México ha pasado una y otra vez por procesos
de militarización y desmilitarización. Las aspiraciones por la paz de nuestro
país y la construcción de una verdadera fuerza civil se nos olvidaron con el
paso del tiempo, cuando Salinas de Gortari en su plan de desarrollo calificó al
narcotráfico como un problema de seguridad nacional e incluso su sucesor
Zedillo subió al consejo de seguridad al titular de la Sedena y Marina,
dándoles voz y voto en el tema. Esto sumado a las presiones de Estados Unidos
al argumentar que el 70-80% de la amapola y casi el 100% del cannabis provenían
de México y que deberíamos encargarnos de ese “problemita”, provocó que las
intenciones de militarización se fueran intensificando.
Con la entrada al 2000, los mexicanos pensamos que todo iba
a cambiar con la alternancia de poder con el PAN, pero esto no fue así, como en
ese entonces el Presidente tenía la facultad de nombrar al procurador general
de la República, lo que hizo Fox fue nombrar a Rafael Macedo de la Concha como
titular de la PGR, quien fue un general del Ejército, y que por cierto renunció
debido a las protestas en su contra por iniciar el proceso de desafuero del
actual presidente López Obrador, quien en ese tiempo era jefe de Gobierno del
Distrito Federal, y como “premio” fue designado Agregado Militar en la Embajada
de México en Italia. Evidentemente, el verdadero terror vendría después en la
época calderonista.
Es importante puntualizar que la participación de la fuerza
armada en labores de seguridad durante la presidencia de Calderón pendía de un
hilo, pues les sorprendería saber que ni la Constitución ni la ley permitían
expresamente que justificara la permanencia de los militares en la calle
haciendo labores de seguridad pública, sino más bien la legitimación venía de
unas tesis jurisprudenciales de la Suprema Corte.
Al paso del tiempo en la época de Peña Nieto la
militarización quiso tomar fuerza y fundamento
legal con la emisión de la ley de seguridad interior que cabe mencionar después
fue declarada inconstitucional por nuestro máximo Tribunal. Sin embargo, por
más paradójico que parezca, quien logró consolidar la militarización más que
nunca ha sido el presidente López Obrador, esto mediante la Guardia Nacional
que no es otra cosa que un caballo de Troya para soportar un gobierno a costa
de la fuerza militar.
A dos años de que inició el régimen excepcional y temporal
de la Guardia Nacional, no vemos que se inviertan recursos en fortalecer
policías o corporaciones. En cambio, vemos cada vez más poder desorbitado a la
Sedena, por ejemplo, Tren Maya, aeropuertos, aduanas, todo ello con un cargado
lenguaje político de la confianza presidencial a las fuerzas armadas.
Los hechos hacen prever que el actual gobierno, lejos de
buscar la salida de los militares de la calle, busca perpetuar sus labores en
seguridad ciudadana. La experiencia internacional es contundente,
militarización es símbolo de violaciones a derechos humanos y aumento en
ejecuciones y desaparición, por ejemplo, en la dictadura militar argentina se
estima que 30.000 personas fueron desaparecidas entre 1976 y 1983. En
Venezuela, desde la ascensión del poder de Hugo Chávez hasta el 2018, se
registraron 333.029 muertos por violencia militar. Pero la gran interrogante se
vuelve, ¿qué busca nuestro actual presidente? ¿Convertirnos en una dictadura
militar como la que han experimentado algunos países de América Latina? Pero la
gran interrogante se vuelve, ¿qué busca nuestro actual presidente?
¿Será que, con el apoyo de las fuerzas armadas, el
Presidente ve un peligroso vehículo como única forma indispensable para darle
viabilidad material y trascendencia a su política de estado o también conocida
como la 4T? Esta última posibilidad nos parece la más acertada, sin embargo,
cojea de dos grandes problemáticas. La primera es que no es clara cuál es esa
prometida Cuarta Transformación. ¿Podría ser la transformación a un estado
libertario? Y la segunda y la más importante: bajo esta lógica de usar al
ejército para materializar su cambio, vamos a pagar justos por pecadores.
Nos parece sensato cambiar el statu quo, sin lugar a
duda algo radical tenía que hacerse para combatir problemas como la corrupción,
la impunidad y la pobreza que acogen al gran grueso de los mexicanos. Todos
queremos una transformación, pero lo que ponemos en duda son los medios para
hacerlo, medios que sin duda violarían derechos humanos de todos los mexicanos.
¿Realmente queremos renunciar a nuestras libertades individuales a cambio de la
seguridad deseada? Es más, ¿el presidente puede disponer de nuestras
libertades?
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