LO SUCEDIDO AYER EN TLALPAN
Por: Héctor De Mauleón
*Nunca se había visto en directo algo semejante a lo que se vio en la “mañanera” de ayer. El instante en que el secretario de seguridad federal Omar García Harfuch recibió a través de un mensaje la noticia de la ejecución en plena Calzada de Tlalpan de Ximena Guzmán, secretaria particular de la jefa de gobierno Clara Brugada, y de su coordinador de asesores, José Muñoz
Publicado, el 21 de mayo de 2025.- Los titubeos, la
consternación de García Harfuch, la decisión que finalmente lo llevó a ponerse
en pie para acercarse a la presidenta Claudia Sheinbaum y mostrarle
el mensaje fatal. El impacto que el mensaje dejó en el semblante súbitamente
atribulado de Sheinbaum mientras, más allá, la secretaria de Gobernación presumía
supuestos logros sobre la “atención a las causas” y las “Ferias de Paz”.
El modo brutal en que el México real irrumpió en el otro
México: el México en el que los más altos funcionarios están sentados
en un salón, escuchando sus logros entre ellos mismos. El México de las
fantasías, mientras afuera todo se cae a pedazos.
Tampoco había ocurrido nunca algo semejante a lo que sucedió
ayer. Es posible decirlo de este modo: llegaron hasta la oficina misma de la
Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, se metieron en ésta, o mejor dicho en
la puerta de al lado --la que ocupaban sus dos funcionarios más cercanos: una,
su mano derecha; otro, su “asesor estrella” y lo más importante: su enlace con
la policía de la capital--, para disparar en más de diez ocasiones y dejarle un
mensaje siniestro, ominoso, brutal:
Aquí estamos.
Podemos llegar hasta aquí.
¿Quién puede mandar a un tirador profesional, capaz de
agrupar en un radio de unos cuantos centímetros los tiros que efectúa, según se
vio en el parabrisas del Audi que manejaba Ximena Guzmán? Si la respuesta es
el crimen organizado, ¿qué está ocurriendo en la tenebra de la Ciudad de
México para que “alguien” haya tomado la decisión de ir por dos piezas
claves del gobierno de Brugada?
Hace cinco años el entonces secretario de seguridad de la
ciudad, Omar García Harfuch, sufrió un atentado en el Paseo de la
Reforma. Pero esa vez se trató de un ataque contra un policía, como lo fue años
más tarde el que sufrió el jefe de inteligencia de la Secretaría de
Seguridad, Milton Morales.
Por el nivel de los funcionarios elegidos, lo sucedido en
Tlalpan es otra cosa. Escala con mucho todo lo ocurrido.
En el largo anecdotario de asesinatos de
funcionarios mexicanos ha habido de todo. Traiciones que vienen desde adentro.
Delaciones voluntarias o involuntarias. Venganzas y cobro de cuentas
por haber hecho ofrecimientos que luego no se cumplieron.
Ruptura de acuerdos con grupos criminales a consecuencia de
cambios de gobierno, relevo de funcionarios y otros reacomodos políticos.
Rechazo a entrar en tratos con determinados grupos. Grandes decomisos de
dinero, de armas o de drogas.
Afectación económica a los grandes grupos criminales, así
como a sus respectivos capos. Investigaciones que se hallan cerca de llevar a
la cárcel a delincuentes de cierto rango. Rivalidades políticas.
El menú no es muy variado. Pero las víctimas de ayer no
encajan en la mayor parte de estas categorías. Parecen víctimas de algo que se
halla más allá de ellos. Y es lo es lo indignante.
En los meses que lleva en el cargo, Brugada ha presumido
avances en la seguridad y un descenso constante en los homicidios y otros
índices delictivos. Se han dado golpes mediáticos y se han
desarticulado células operativas del Cártel Jalisco, el Cártel de Sinaloa y la
Familia Michoacana.
Al mismo tiempo, contra lo que señala su discurso, los homicidios
y los ajustes de cuentas han arreciado en los últimos meses. Entre
enero y el 19 de mayo se habían acumulado 322.
La capital hierve en medio de las actividades de siete grandes
estructuras criminales y de alrededor de 60 bandas locales: desde la Unión
Tepito, la Anti Unión y la Nueva Alianza, hasta los Molina, los Canchola, el
Tren de Aragua, Los Catalinos, Los Rodolfos, Los Tanzanios y Ronda 88, por
citar solo algunos.
De que hay una presión contra el gobierno de Brugada lo
muestra de manera clara lo sucedido ayer en Tlalpan. Según las autoridades
capitalinas, las cámaras de seguridad rastrearon hasta Iztapalapa (donde
gobernó Brugada) la ruta de escape de los presuntos implicados en el doble
asesinato que ayer causó tristeza, rabia, indignación.
Vivimos a ciegas en una sociedad criminal, pero lo
ocurrido ayer no se puede permitir. Como nunca antes, la respuesta del gobierno
de Brugada tiene que ser contundente.
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