EL DESCRÉDITO CONTRA MEDIOS Y PERIODISTAS SIRVE PARA IMPONER
UN PUNTO DE VISTA
¿Para qué sirve desprestigiar a la prensa en las mañaneras?
“Por un lado para contrarrestar a los críticos y por el otro para difundir
propaganda, (...) porque si se sustituye al top de la prensa en abstracto en
general, lo que se tiene es un campo fértil para imponer un punto de vista”,
refiere Edgar Morín Martínez, autor de Prensa inmunda.
La política de comunicación de la Presidencia de AMLO, con
su conferencia de prensa mañanera como “cereza del pastel”, ha sido
eficaz para desprestigiar a medios y periodistas, pero también ha expuesto la
vulnerabilidad de la prensa mexicana.
El antropólogo Edgar Morín Martínez considera que
el tabasqueño podría hacer aún más contra los medios, como por ejemplo
liquidarlos cerrando del todo la llave de la publicidad oficial, pero no lo ha
hecho porque, asevera, “no son tan enemigos”.
Y aunque el gobierno “no ha terminado de agudizar estas
contradicciones para quebrarlos, sí es muy importante tomar en cuenta que
desacredita a la profesión, al gremio (...) Y un golpe para cualquier
periodista es justamente el descrédito. Entonces, sí hay un descrédito,
(...) sí es eficaz”.
Pero, ¿para qué sirve desprestigiar a la prensa? El
autor de Prensa inmunda, ensayo que ha comenzado a distribuirse en
librerías bajo el sello de Grijalbo, refiere.
“Por un lado para contrarrestar a los críticos y por
el otro para difundir propaganda, (...) porque si se sustituye al top de
la prensa en abstracto en general, lo que se tiene es un campo fértil para
imponer un punto de vista, (...) para incidir en la percepción de la
ciudadanía”.
Morín Martínez indica que esa circunstancia ha expuesto
también la vulnerabilidad de la prensa mexicana ante tres crisis que enfrenta:
una de orden estructural, consistente en la precariedad de las condiciones
laborales de los trabajadores de los medios; otra que radica en la modificación
de los hábitos de consumo y del modelo de negocio de los medios propiciada por
la revolución infotecnológica; y la política de comunicación pública de la
actual administración.
Desde el inicio de su gestión, AMLO implementó
presentaciones diurnas bajo condiciones controladas ante la prensa acreditada
ante la fuente presidencial. Se les conoce como “mañaneras”.
Junto con los periodistas que cubren la conferencia
cotidiana del presidente, asiste a la mañanera un grupo de preguntadores afines
al gobierno de quienes se ha comentado que reciben un trato preferencial.
La mayoría de “medios” que estos personajes representan son
sus propias cuentas de YouTube, de plataformas gratuitas de blogs, o
cuentas de difusión en Facebook o en Twitter que, no
obstante su aparente modestia, algunos de ellos se publicitan incluso con
anuncios espectaculares en avenidas y autopistas.
Casi todos estos preguntadores carecen de trayectoria
periodística verificable previa al actual gobierno. Unos pocos han trabajado en
el sector y colaboran en páginas de internet o revistas de circulación
testimonial. Estas personas leen con frecuencia sus preguntas, a veces con
ostensible dificultad, lo que ha llevado a la especulación pública de que
se las escriben.
La labor de este grupo consiste, principalmente, en
introducir a la conferencia mañanera temas de interés para el presidente, los
cuales más tarde detonan en redes y anulan la cobertura de la prensa sobre
temas críticos. Pero también ejercen presión sobre los periodistas que
cuestionan al presidente.
Por si fuera poco, las presentaciones presidenciales
incorporaron una “sección”, como lo haría cualquier otro “reality show”,
denominada “quién es quién en la mentiras”. Ahí, la titular de la
sección, Elizabeth García Vilchis, busca desacreditar las coberturas
adversas al mandatario y a descalificar las posturas editoriales críticas.
De acuerdo con Egar Morín, quien es doctor en antropología
por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, este modelo
apenas representa un matiz respecto de lo que ocurría en otros gobiernos:
“El modelo de conferencia de prensa estructuralmente no
cambia en la mañanera, (respecto de) cómo ha funcionado en las fuentes. Sólo
que al tratarse de la Presidencia, es mucho más estridente. Los políticos
en general no quieren a los periodistas o no quieren interlocutores
críticos. Es un problema de falta de cultura democrática”.
Pormenoriza: “Las conferencias de prensa en todas las
fuentes son estructuralmente parecidas a eso; es decir si yo soy un funcionario
de seguridad pública, por ejemplo, pues busco reporteros amigos, editores
amigos. Y ahí hay un trabajo de mediación que hacen las oficinas de
comunicación social. Hay otros incentivos más perversos, como la publicidad,
pero de esa manera pues tiene a personas que favorezcan”.
Según el académico, hasta se replica el bullying contra
reporteros incómodos, por parte de otros asistentes a las conferencias de
prensa: “no los dejan preguntar, están molestando. (...) Entonces sí hay
similitud con las conferencias de prensa de otras fuentes. Claro como es la
Presidencia de la República, pues esto resulta mucho más evidente, mucho más
sonoro, pues aparece en muchas conferencias de prensa”.
Morín recuerda que respecto de los “popularmente conocidos
como ‘paleros’, simpatizantes o militantes, hay toda una tradición de
prensa militante que se remonta al Siglo XVIII. O sea no es nuevo tampoco
el fenómeno de la prensa militante, pero que ahí se ve con claridad
digamos este tipo de personajes, militan con una causa y en consecuencia
actúan”.
Señala también que las mañaneras han sido “un ejercicio
interesante, novedoso, en la comunicación política, que al mismo tiempo
posibilita la difusión de información y de propaganda”.
También llama la atención sobre el hecho de que la mañanera
ha sido escenario “de un fenómeno interesante de peticiones de periodistas
perseguidos, o periodistas que buscan protección del gobierno, los persiguen a
nivel estatal, a nivel municipal”, lo cual, dice, muestra la complejidad de la
prensa mexicana.
Admite, sin embargo, que los mecanismos de control han
aumentado: “Los controles que antes había, pues digamos que tenían ciertos
límites pero hoy no: no todos los medios pueden entrar todos los días,
controlan los ingresos, controlan quién pregunta, tienen preguntadores
oficiales, etcétera, entonces sí, hay sí hay una diferencia ahí”.
Edgar Morín Martínez observa que la política de
comunicación de la actual administración “es muy retórica, pero no ha cerrado
completamente la llave de la publicidad, si lo hiciera, y está en posibilidades
de hacer mucho más al respecto, si fueran tan enemigos los medios ya los
hubiera quebrado cerrando esa llave”.
Añade: “Entonces, me parece que suena más a lo que
popularmente se conoce como cortinas de humo. Muchas personas,
inclusive muchos periodistas, articulistas, se enganchan a esta cortina de
humo. Porque, pues, no han terminado de agudizar estas contradicciones para
quebrarlos, pero sí es muy importante tomar en cuenta que se desacredita a la
profesión, al gremio. Y un golpe para cualquier periodista es justamente el
descrédito. Entonces, sí hay un descrédito, por supuesto, es retórico, pero sí
es eficaz”.
Lamenta, por otro lado, que “no hay una respuesta gremial,
no hay una respuesta de sus patrones tampoco”.
Pero subraya: “Es importante precisar que hasta ahora es
coyuntural, pues porque todavía faltan unos años de gobierno, no sabemos el
desenlace”.
Según Morín Martínez, “los gobernantes en general, incluidos
los actuales, tienden a olvidar que la materia prima del trabajo periodístico
es la información. Después, la obligación de sus oficinas de comunicación
social es tener una política clara. Hay un problema que también creo que es de
la clase política en general; el problema que tienen es cómo conciben qué es la
comunicación, qué es la información y para qué sirven los periodistas”.
Y destaca: “Lo que busca la clase política en general
es aplaudidores que les pongan likes en sus redes, fans, pero no les gusta el
tener un interlocutor crítico. Tampoco tienen claro para qué deben comunicar,
no proporcionan la materia prima a los reporteros”. Subraya como problema mayor
el hecho de que ni la anterior ni la actual clase gobernante cuentan con una
cultura democrática.
Edgar Morín advierte que, además del embate que ha implicado
la política de comunicación de la actual administración federal, la prensa
mexicana enfrenta al menos tres crisis más.
Una de ellas, es de naturaleza “estructural, que tiene que
ver con las condiciones de trabajo de los reporteros, fotógrafos, todos los
trabajadores de medios, una crisis estructural, laboral”.
Describe: “Los dueños de los medios quieren publicidad
gubernamental. Ah, bueno, pues entonces deben garantizar mejores condiciones de
trabajo para los periodistas, porque ahí está la otra cara del problema. La
historia del periodismo y particularmente del mexicano, es una historia de
precariedad: mal pagados, peor tratados. O les pagan por outsourcing y ahora
por honorarios, no los ponen en registros fiscales o los ponen con un salario
inferior”.
“Eso ―insiste― genera una precariedad laboral
importante que se conjuga entonces con malos códigos deontológicos que
funcionen y que por un tiempo protejan a los reporteros y al mismo tiempo los
obliguen a ser profesionales, porque seis días a la semana (con un día de
descanso), no se los permiten. Mientras esa parte no se arregle y por lo que
vemos los empresarios o los dueños de medios tampoco tienen mucho interés en
arreglarlo, pues el problema va a persistir”.
Y el problema de fondo, dice, es que los periodistas “no
tienen margen de maniobra para actuar gremialmente en defensa de sus derechos,
la sobreexplotación a la que suelen ser sometidos, bueno, es un problema
estructural”.
Otra de las crisis que enfrenta la prensa mexicana y que
identifica Edgar Morín, “está conectada con el desarrollo de la
infotecnología”:
Reseña: “La revolución de la infotecnología está cambiando
prácticas de consumo, está cambiando la manera como la gente se informa, lo
cual ha dado lugar, a youtubers, influencers y otros personajes”.
Dice que el internet forma parte de la revolución de la
infotecnología que está en marcha, y si bien “ha democratizado la información”,
también “ha generado o ha facilitado las llamadas fake news”.
Explica: “Inclusive en los otros medios, anteriores, como la
televisión, la radio, el cine, había mecanismos de control más rígidos. Aquí,
digamos, las redes sociales no producen contenidos, pero ganan de esos
contenidos, incluidos los contenidos que producen los periodistas. Eso es
importante: es fácil mentir y también una característica que tienen, que
seguramente en ello radica parte de su éxito, es que posibilitan que las
personas se desahoguen: insulto y me desahogo de lo que sea, y busco una
audiencia o público que responde a eso no es lo mismo que hacer periodismo,
noticias”.
Pero además, “parte de la vieja propaganda también está en
las redes. Se están trasladando viejas o algunas de las viejas herramientas de
la propaganda al internet, por ejemplo difundir rumores, un ejemplo concreto de
herramientas típicas de la propaganda, de la vieja propaganda, el uso del
rumor, el medio se presta porque el control es mínimo, lo peor que te pueden
hacer es que suspenderte la cuenta pero pues vuelves a abrir otra”.
“Y una tercera crisis que converge ―establece―, es de tipo
social, es decir, la sociedad mexicana no parece muy dispuesta a pagar por
contenido, y es un problema por resolver, porque hacer un buen periodismo,
hacer trabajos de investigación, requieren tiempo y dinero, y si la sociedad no
paga por ello, y se los piratea, o descarga (los contenidos) ilegalmente, es
complicado hacerlo”.
Detalla: “Si sacrificamos la calidad del contenido, corremos
gente, cerramos estas fuentes, mientras la publicidad se desplaza al internet,
pero es finita, entonces pues la crisis se agudiza”.
Morín Martínez considera que “una salida o desenlace posible
es regresar a una comunicación presidencial en la que esta figura no se exhibe todos
los días, más parecido al modelo anterior, con salidas esporádicas”.
Otra, “menos probable”, consistiría “en entender que la
prensa o el trabajo periodístico, independientemente de las simpatías o la
antipatías gubernamentales ante ciertos medios, es un trabajo importante en
beneficio de la sociedad, porque garantiza el derecho a la información de
interés público, porque garantiza las libertades civiles, y entonces
debe haber una subvención de tipo estatal, no gubernamental”.
Aunque también, “habría quizá un punto intermedio: que
regresara el modelo anterior de publicidad, y recuperar algunos de estos
(encuentros) con la prensa”.