PUES SI: ES UN PELIGRO PARA MÉXICO
Ciudad de México 23 de abril de 2021.
Son los hechos los que hoy hablan, y que le dan la razón a
quienes, en 2006, advirtieron que Andrés Manuel López Obrador “es un peligro
para México”.
Algunos calificaron aquella frase como “campaña negra”. No
fue así. Al paso del tiempo, fue profecía cumplida. Quince años después
comprobamos que fue, tan sólo, un adelanto de lo que vendría con el eventual
triunfo de AMLO para la Presidencia. Si acaso, se acuñó el “es un peligro para
México” entre el fuego cruzado del virulento y crispado clima electoral de 2006,
pero que nadie se victimice: el lodo provino de todos lados y nadie se quedó
con la boca callada.
Pero hoy nos debe importar el presente que nos hunde, no el
pasado que nos ciega. Y el presente con López Obrador en Palacio
Nacional, es francamente desalentador. Catastrófico. No lo ven quienes no lo
quieren ver.
Si a la crisis económica más profunda de la historia
reciente – detonada por el socialismo marxista de AMLO desde 2019 y agravada
por la pandemia-, le sumamos a un régimen proclive a perdonar a criminales, a
un Gobierno del lado de simpatizar con los narcos y sus familias, a cerrar los
ojos ante la violencia fuera de control, a cancelar medicamentos para niños con
cáncer, a desterrar estancias infantiles, a desproteger a madres solteras, a saquear
fideicomisos para fondear los armatostes presidenciales, a abandonar a millones
de mexicanos durante la pandemia –“nos cayó como anillo al dedo”-, a cruzarse
de brazos ante la quiebra de un millón de empresas –“si van a quebrar, que
quiebren”-, a ignorar a siete millones de desempleados, a soslayar diez
feminicidios diarios, a despreciar las manifestaciones legítimas e indignadas
de millones de mujeres, a difamar a los críticos de la 4T, a atacar sin pruebas
a los opositores, a culpar a la prensa de los males del país – “los periodistas
son responsables de que México no tenga médicos especialistas contra la
pandemia”-, a un Presidente que dice 80 mentiras en cada mañanera (Fuente:
Signos Vitales México), y a un López Obrador cuya principal estrategia política
es dividir al país para alimentar sus odios personales. Si todo este rosario de
calamidades nos parece poco, en los últimos días llegó otro síntoma más del
“peligro para México”: la posibilidad de que AMLO y sus senadores extiendan el
mandato, por dos años más y violando la Constitución, del presidente de la SCJN
y de paso, de manera inevitable, despierten suspicacias de que el tabasqueño
pretenda ampliar su periodo más allá del 2024, cuando deberá irse a “La
Chingada”. Es decir: a su rancho, como él mismo lo ha adelantado.
Sí, la antidemocracia de Morena impulsada desde el Senado
por órdenes de López Obrador para alargar la presidencia del Ministro Arturo
Zaldívar al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), es un
acto aberrante que jamás – ni priistas ni panistas- habían intentado siquiera
durante las últimas décadas, ni a nivel Ejecutivo ni a nivel Poder Legislativo.
Lo que estamos viendo es poner de rodillas a la democracia mexicana. Equivale a
dar un golpe de Estado a los poderes establecidos y a la Constitución.
Significa, nada menos, que la instauración de una dictadura populista en
México.
Más que opinión periodística, son los hechos irrefutables.
Aquí, los tres graves escenarios consecuencia de lo aprobado en el Senado el
pasado jueves 15 de abril:
GOLPISMO. La aprobación de los senadores de Morena más dos o
tres Judas como Miguel Ángel Mancera o Manuel Añorve, para extender la
presidencia de Zaldívar y empatarla con la próxima elección presidencial
(2024), es un abierto acto golpista en contra de la SCJN para garantizarle a
AMLO una Corte a modo, impedir el relevo contemplado en la Constitución y,
sobre todo, evitar que al frente de la Corte llegue alguien que no sea títere
de López Obrador, quien el lunes pasado lo reconoció así desde Palacio Nacional
al decir que estaba de acuerdo con esta ilegalidad porque si no se amplía ese
periodo, “quien llegue, va a ser más de lo mismo, más de lo que significaba el
antiguo régimen”. Es decir: el Presidente de la República quiere un Presidente
de la SCJN y a una Corte, sometidos a Palacio Nacional, aunque ello implique
violar de manera flagrante la Constitución.
DICTADURA. Sin el contrapeso de la Corte, poder obligado
dentro de toda democracia; con el Ministro presidente arrodillado ante Palacio
Nacional y controlando al Consejo de la Judicatura; con el manejo mayoritario
del Poder Legislativo – a reserva de lo que ocurra con la nueva configuración
de la Cámara de Diputados tras la clave y decisiva elección intermedia del próximo
6 de junio-, el sistema político mexicano mutaría a una dictadura populista que
dependería, de manera absoluta, de un hombre: Andrés Manuel López Obrador, cuyo
grado de autoritarismo llega a niveles de buscar una “reforma judicial” que
prohíba a particulares, empresarios, ciudadanos y a todos aquellos inconformes
con los abusos de poder de la 4T, a ampararse, como en cualquier democracia,
contra los excesos del Régimen. AMLO pretende acotar libertades individuales,
derechos ciudadanos, leyes y pesos y contrapesos que no sean afines a la 4T y,
para eso, requiere a su cómplice Zaldívar hasta el año 2024.
¿REELECCIÓN? Enloquecido de poder, divagando bajo delirios
dictatoriales entre los muros de un palacio, López Obrador lanzó dados cargados
desde el inicio de su régimen: al menos en tres ocasiones, cuando se le
preguntó si buscaría la reelección presidencial o ampliar su sexenio a ocho o
más años, ha respondido de manera ambigua, siempre anteponiendo una de sus
frases tramposas y de intención interpretativa: “lo que la gente decida”. Y esa
posibilidad no es otra que el método de votación favorito de AMLO: a mano
alzada, en plaza pública, y dominada por sus fanáticos y fieles. Para Andrés
Manuel, esa es la democracia, y así, viviendo una realidad alterna ajena a un
país cada vez más hundido, delirante y convencido de que es la salvación de la
patria, estaría tentando el terreno para extenderse en el poder presidencial.
El affaire con la SCJN sería apenas un ensayo perverso. De ese tamaño
es el riesgo democrático que estamos corriendo en México.
“Es hipersensible a las críticas. Rencoroso. Manipulador.
Achaca los problemas a gobiernos anteriores. Se comporta como un político en
campaña continua. Ha dado a las fuerzas armadas un papel sin precedentes en su
gobierno. ‘Yo soy beisbolista'”, dice. ¿A quién estamos describiendo, lector?
¿A López Obrador, acaso? Parecería. Empero, todos estos rasgos definen a otro
dictador populista. Su nombre: Hugo Chávez, y así lo pinta el periodista Jon
Lee Anderson en su estupendo libro El dictador, los demonios y otras
crónicas. (Edit. Anagrama).
En realidad, y a la luz de los hechos, no hay mucha
diferencia entre los estilos dictatoriales de Chávez y AMLO. Coinciden
plenamente.
Chávez desgració a Venezuela. Allí están las pruebas
fehacientes.
López Obrador está desgraciando a México. No lo ven quienes
no lo quieren ver.
Y, sí: no se equivocaron en 2006 aquellos que advirtieron:
“López Obrador es un peligro para México”.
Es, ciertamente, un grave peligro para México.
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