INUNDACIONES SE LLEVAN EL PATRIMONIO DE LOS CHIMALHUACANOS
*La falta de mantenimiento en el sistema de aguas, ocasionó
que esa tarde, una de las bombas fallara en la marcha.
Fuente: Revista Buzos.
Chimalhuacán, Estado de México, 9 de julio de 2024.- A pasado más de una semana, y el olor fétido de aguas negras sigue impregnado en los hogares, muebles y ropa de los chimalhuacanos. La tarde del 26 de junio, el Canal de la Compañía -uno de los ríos más peligrosos por las altas cantidades de químicos tóxicos que arrojan las empresas- se desbordó e inundó parte de la colonia San Lorenzo. Esa tarde, las fuertes corrientes de agua negra se llevaron el patrimonio de Margarita Olvera y su esposo, mismo que venían construyendo desde hace 44 años para sus hijos y nietos.
Hasta ahora, las consecuencias del desbordamiento del Canal
de la Compañía siguen siendo incalculables, pero la inundación pudo evitarse
con el mantenimiento del cárcamo de bombeo que es operado por el Organismo
Descentralizado de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento (Odapas) de
Chimalhuacán, en el Estado de México.
La falta de mantenimiento en el sistema de aguas, ocasionó
que esa tarde, una de las bombas fallara en la marcha. Solo quedó una bomba en
funciones, pero no fue suficiente. La gran cantidad de agua, sumada a las
enormes cantidades de basura que la fuerza de la corriente arrastró y que quedó
atorada en las rejillas de succión, provocó las inundaciones que afectaron a
más de cinco mil familias chimalhuaquenses.
En este municipio del oriente mexiquense, los barrios San
Lorenzo, San Agustín Atlapulco, San Juan Xochitenco y otros, quedaron bajo
el agua en minutos, tragedia que no vivían desde 2013.
Mario Valverde, operador de las instalaciones, aseguró que
fueron varias las solicitudes que hizo al Ayuntamiento para pedir el
mantenimiento del lugar, pero nunca hubo respuesta.
Chimlahuacán es uno de los cinco municipios de alta
marginación social en el Estado de México. Datos del Consejo Nacional de
Evacuación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), evidenciaron que la
entidad cuenta con 8 millones de mexiquenses en situación de marginalidad, es
el 48.8 por ciento de la población.
Con 493 mil habitantes en situación de marginación –el 63
por ciento– Chimalhuacán es el cuarto municipio con más pobres del estado,
solo después de Ecatepec, Nezahualcóyotl y Toluca.
En esa cifra se contabiliza a Margarita, una mujer de la
tercera edad que vive junto a su esposo y cuya única fuente de ingresos es lo
que recibe de propinas. La mujer de pelo corto color cobrizo, contó a buzos que
ambos tienen que sobrevivir con el poco dinero que perciben porque “no les
alcanza para todo de la casa”. Para Margarita, el 26 de junio fue un día
trágico; llena de lágrimas, narró que “perdió hasta el mandado, su licuadora,
su sala...”, provocándole, dijo, “tristeza”.
Estaba sola cuando los niveles de agua comenzaron a subir
rápidamente, sin que tuviera posibilidad de guardar sus pertenencias. La
tragedia no terminó el día de la inundación; a su avanzada edad, se vio
obligada a limpiar ella sola con su pequeño nieto, su destrozada casa, porque
tanto su hija como su esposo tenían que salir trabajar.
Por desgracia, tampoco pudo recibir lo único que el
Ayuntamiento de la edil Xóchitl Flores Jiménez se dignó a dar a los
damnificados: una cobija y una despensa, pues el día en que distribuyeron las
despensas, la bomba de su cisterna se descompuso y tuvo que salir a buscar el
remplazo.
Situación parecida es la de Delfina Mejía. Su hogar es
pequeño y muy modesto. Todos los días, mientras su hija sale a trabajar, ella
cuida a su nieta de seis años. El día de la inundación, vio como de las
coladeras del drenaje “brotaba el agua” hasta alcanzar una altura de más de un
metro. No pudo proteger nada porque las paredes de su casa son plásticos de
color negro.
Ahora ella vive entre ropa sucia y mojada, algunos muebles
que ya son basura y sin trastes para cocinar. Comparte su tragedia, sus
espacios y hasta lo poco que tiene de comer con sus pollos y sus patos, porque
no tiene más opciones.
Pequeños negocios como la carpintería de Joel Figueroa
también sufrieron afectaciones. Él perdió toda la madera, desde la más barata
hasta la más cara, algunos trabajos terminados y herramientas quedaron
inservibles. Todo ello se traduce en una enorme pérdida económica para su bolsillo
y sustento familiar.
Si bien es cierto que no es la única vez que ocurre una
inundación, en esta ocasión las familias afectadas fueron abandonadas,
principalmente, por las autoridades municipales.
De acuerdo con los afectados, los pocos apoyos entregados
por el DIF municipal fueron kits de limpieza que no contaban con lo
necesario para sanear sus viviendas; el supuesto censo levantado por el mismo
personal no fue equitativo, solo incluyeron a personas que simpatizan con el
partido Morena.
El Ayuntamiento afirmó que fueron retirados más de 220
camiones de lodo, desechos y basura en calles y avenidas de las zonas
afectadas, pero los ciudadanos denuncian que las acciones son pocas en
comparación con la magnitud del desastre. Además, exigieron el desazolve del
drenaje.
Los vecinos se han unido para visibilizar lo que viven y
reiteran sus llamados a las autoridades para atenderlos ante el peligro de otra
inundación; en palabras de Joel, antes de que “se chingue todo” por lo que han
trabajado. El temor más grande es la generación y propagación de enfermedades
por el contacto directo con aguas sucias y residuales, entre ellas el
dengue.
Mientras las condiciones del clima favorezcan, las familias
continuarán labores de limpieza, intentarán rescatar lo poco que les queda,
sacando y desechando camas, colchones, sofás, estufas, refrigeradores,
computadoras, trastes y más. El miedo, enojo, preocupación y tristeza siguen
presentes.
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