LAS 6 GRANDES MENTIRAS DE LA CONSULTA
Carlos
Loret de Mola
2.- Se desperdiciaron 580 millones de
pesos que pudieron haberse usado en comprar medicinas. Falso. En realidad, la
falta de medicinas no se debe a falta de dinero, se debe a una aguda
incompetencia. El gobierno tenía los recursos suficientes para comprarlas, pero
en su capricho de reinventar el mercado de las medicinas, fracasó, dejó a
muchísimos sin tratamiento, esto cobró vidas y al final… se sometió al mercado
de las medicinas.
3.- Se mostró la debilidad del presidente, sólo votaron 6 millones de personas. Falso. En realidad se mostró la debilidad de los operadores del presidente (sus propagandistas, activistas, intelectuales, periodistas y dirigentes partidistas) que fueron los únicos que impulsaron la participación en la consulta. López Obrador anunció que no iba a participar. Si alguien piensa que sólo 6 de los 93 millones de electores respaldan al presidente se está equivocando gravemente.
4.- La gente no quiso enjuiciar a los expresidentes. Falso. La consulta que López Obrador concibió desde antes de tomar posesión como una pregunta sobre si debía juzgar a los expresidentes de la que él describe como “larga noche neoliberal” -sin delitos concretos y más bien con acusaciones morales- no podía realizarse en un marco constitucional democrático. En lugar de batear la consulta, la Suprema Corte modificó la pregunta para convertirla en un galimatías insulso que poco tuvo que ver con enjuiciar a los expresidentes. En el fondo, eso sigue siendo decisión de López Obrador. Ya lo esbozó ayer en la mañanera: “esto no descarta la posibilidad de que haya juicios”. Estoy convencido de que si lo necesita políticamente, López Obrador los meterá al bote… con el peligro de que en el futuro le pueda tocar a él.
5.- AMLO es un demócrata por promover
las consultas ciudadanas. Falso. A diferencia de los millones de mexicanos que
han demostrado una y otra vez desde hace más de dos décadas que confían en los
procesos democráticos independientes del gobierno para decidir quién llega al
poder, el presidente López Obrador concibe su gestión como si fuese resultado
de un proceso revolucionario. Por eso no se comporta como cabeza de un gobierno
elegido en las urnas, sujeto a la crítica y al escrutinio de los votantes. Por
eso su necesidad permanente de construir una narrativa épica, una imagen de sí
mismo como fundador de la “verdadera” democracia, como el heroico líder que
combate a cada paso las conspiraciones de la contrarrevolución. Por eso se
siente con derecho a torcer la ley a su conveniencia, e imagina que el estado
perfecto de su Presidencia es uno en el que no existe oposición de ningún tipo
o si existe, es sencillamente ilegítima. Bajo ese esquema, cualquier desastre
de su gobierno es justificable. Por eso la necesidad perenne de la propaganda,
el enemigo externo, la conspiración golpista, los malo
s y corruptos que quieren
acabar con el líder que representa al pueblo. Muy distinto a un mandatario que
recibió el aval de la sociedad en las urnas y debe sujetarse a su veredicto.
6.- El
presidente respeta los resultados electorales. Falso. Sólo los respeta cuando
sucede lo que él quiere. Es previsible que en la segunda mitad de su mandato,
López Obrador radicalizará su narrativa épica, movilizará a su partido, sus
legisladores y sus ministros afines para embestir al Instituto Nacional Electoral
(villano elegido en el discurso como culpable del fracaso de la participación
en la consulta) y controlarlo con miras al 2024. Y el relato será que él quiso
juzgar a los expresidentes corruptos y asesinos pero sus cómplices lo
impidieron. Y todos aquellos que no salieron a votar el domingo, aunque sea la
inmensa mayoría de los mexicanos, son desde ya parte de las filas de la
contrarrevolución.
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