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domingo, 7 de febrero de 2021

PARA SALIR DEL ENREDO SALGADO MACEDONIO

 

Sabina Berman

Ciudad de México 7 de febrero de 2021.

Cuando el Presidente tomó el Poder, nombró a su gabinete 8 mujeres. Es mi impresión que con eso creía saldada la deuda con la población femenina y él se declaraba feminista. 

—Hoy tienen 8 ministros mujeres —pudo haber dicho entonces. —Algo jamás visto en México, ni en otro país del mundo. ¿Qué más quieren? 
Lo que no comprendió entonces el Presidente es que a las mujeres de a pie, 8 ministros que se pintan los labios no nos cambian la vida real. Ni siquiera nos la cambia la maravillosa imagen de esa reciente adición al Gabinete —un Secretario de Seguridad que se pinta los labios. 

Las mujeres de a pie hoy queremos más que imágenes inspiradoras, queremos mejoras concretas en nuestra vida cotidiana. Igualdad en todos los campos —y algo más: la erradicación de la terrible y constante violencia contra nosotras. 

Ahí, en los específicos de la condición femenina cotidiana, es que el Presidente deja de ser feminista —y por desgracia se vuelve anti-feminista. 
Dicho de una forma más abstracta. En la cabeza del Presidente hay una idea de la Justicia social que tiene un eje con dos antípodas. Pobres y ricos. Y cuando el Presidente habla de Justicia, habla de acortar ese eje. Hay que elevar a los pobres de la indigencia y disminuir los privilegios de los ricos. 

Pero las mujeres hoy tenemos en las cabezas una idea distinta de Justicia social. No que olvidemos la otra, la Justicia que habla de los pobres, pero sí contemplamos otro eje que se intersecta con aquél. El eje que tiene en las antípodas a las mujeres y los hombres. 

Está visto que el Presidente no quiere asumir la complejidad de dos ejes de lucha social. Y está visto que las mujeres tampoco vamos a posponer nuestra lucha, en buena medida porque sentimos nuestra fuerza. Somos la mitad de la población, tenemos un relato de futuro sólido y compartido y estamos organizadas. 

Así que tristemente —algunas decimos: innecesariamente— la ruta de la confrontación está dada. 

Ya nos confrontamos con el Presidente en el tema del aborto. 

Ya nos confrontamos en el tema de las guarderías y los refugios para mujeres violentadas. Donde por cierto el Presidente escuchó a las mujeres y corrigió sus primeras órdenes. 

Ahora nos vamos a confrontar —y muy fuerte— en el tema de Salgado Macedonio, el candidato de Morena a la gubernatura del estado de Guerrero, acusado por varias mujeres de violencia de género, incluidas tres violaciones. 

Habrá manifestaciones de protesta. Habrá pintas. Habrá cristales quebrados. Habrá, me temo, bombas molotov e incendios. Y acaso cosas peores. 

Para que la confrontación no ocurra, alguien debe aflojar. Yo me imagino una solución que pasa por el minúsculo y mágico
ojo de la aguja de la Realidad: el Presidente reconoce la importancia de las acusaciones y vuelve la revisión de pruebas contra Salgado Macedonio un asunto público. 
Como por cierto Morena prometió que se haría antes de nombrarlo candidato —y no hizo. 

Que la sociedad pueda revisar las pruebas que las mujeres que lo acusan de violencia han presentado. Que se compruebe que las intimidaciones por whatsapp de Salgado a una de ellas, que ahora circulan precisamente por whatsapp, no son auténticas –porque si son auténticas, son probatorias de una violación. 

En todo caso, mientras el Presidente decide qué hace, sólo se le puede asegurar algo. En esto está en el lado incorrecto de la moral —y también de la estrategia política. Simplemente dicho: no puede haber Justicia Social si la mitad de la población vive en la Injusticia. 

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