EL EJÉRCITO SEGUÍA LOS PASOS DE EL PEZ Y EL FRESA;
LA ORDEN DE DETENERLOS NUNCA LLEGÓ
Por: Héctor De Mauleón
Publicado el 17 de julio de 2025.- Acaba de ser sentenciado a
50 años de cárcel el comisario de seguridad pública de Tlatlaya, Luis
Ángel Nicolás Santos. Pero siguen en la impunidad los hermanos Johnny
y José Alfredo Hurtado Olascoaga, líderes de la Familia Michoacana, que
tienen en ese municipio mexiquense uno de sus santuarios desde hace más de 10
años.
El 21 de agosto del año pasado, dos personas que transportaban
cerveza para venderla en Tlatlaya fueron alcanzadas por una patrulla de la policía
municipal. “¿Quién les dio permiso? Debieron pedir permiso al patrón. Ya se
metieron en un problema”, les dijeron.
Según la denuncia presentada por las víctimas, los
propios municipales los entregaron a los tripulantes de tres camionetas que
arribaron al lugar vestidos “con uniformes tipo militar”, quienes los
despojaron de su mercancía.
La investigación de la fiscalía señala que, bajo las
órdenes del director de seguridad, policías municipales de Tlatlaya operaban
como halcones del grupo criminal y llevaban a cabo el cobro de extorsiones,
en beneficio de la Familia Michoacana.
Nicolás Santos fue uno los objetivos incluidos en el Operativo
Enjambre, que se desató el año pasado entre alcaldes y directores de seguridad
vinculados a organizaciones como la Familia Michoacana y el Cártel Jalisco
Nueva Generación.
Labores de inteligencia revelaron que el comisario se
reunía con frecuencia con los hermanos Hurtado, conocidos como El Pez y El
Fresa, y de hecho les brindaba protección cuando estos visitaban las fincas y
los ranchos que el 28 de marzo pasado les fueron asegurados por elementos de la
fiscalía: Las Canchas, rancho dotado precisamente con canchas de tenis; el
Rancho Ancona, situado junto a una presa en donde El Pez y El Fresa tenían su
Valle de Bravo particular; y el rancho conocido como Los Pinos.
Dichas propiedades habían sido adquiridas a través
de prestanombres, “con auxilio de individuos que ostentan cargos de
autoridad o de elección popular”.
En 2011, José María Chávez Magaña, El Pony, envió a Johnny
Hurtado Olascoaga, al frente de 18 sicarios, a asegurar la frontera con Guerrero,
a apoderarse de Tlatlaya y otros cinco municipios del sur del Edomex, y a
detener el avance de organizaciones criminales guerrerenses que habían formado
parte de la organización Beltrán Leyva.
El Pez descubrió las minas de oro y uranio en los límites de
Guerrero y el Estado de México, y sobre ellas comenzó a fincar su poder. Cuando
el Pony fue detenido en junio de 2014, los hermanos Hurtado se convirtieron en líderes
absolutos del grupo criminal.
Un exteniente de infantería ligado a la Familia
Michoacana reveló que El Pez hacía pagos de 140 mil pesos a integrantes del 102
Batallón de Infantería –el mismo involucrado en la masacre de Tlatlaya, que
dejó 22 presuntos sicarios muertos en julio de 2014— a cambio de
protección.
Tlatlaya fue uno de los municipios que la Familia Michoacana
cercó para evitar el paso del Covid-19 a principios de 2020. Era una
señal del sitio donde estaban refugiados los hermanos Hurtado.
La filtración de documentos de la Sedena realizada por
el colectivo Guacamaya reveló que el Ejército conocía la ubicación y
seguía de cerca los pasos de los líderes de la Familia. Los militares conocían
el nombre de la niñera de la hija del Fresa, sabían en qué hospital de la Ciudad
de México había nacido, sabían en qué tiendas de Perisur la
esposa de El Fresa había ido a comprar el mobiliario con que iba a
decorar un departamento ubicado en Tlalpan.
Sabían que El Pez había mandado a comprar una televisión
Samsung de 82 pulgadas que fue llevada a una de sus casas. Sabían que iba a
comprar un par de teléfonos Blackphone para estar en comunicación con
su hermano. Sabían incluso de una reunión gestionada por el tesorero de Amatepec,
en la que El Pez iba a negociar contratos públicos, en enero de 2019, con los
entonces presidentes de Tlatlaya y Amatepec. Sabían que en 2018 adquirió
una camioneta Toyota.
En 2016, El Pez fingió su muerte en un enfrentamiento ocurrido
en San Vicente Tlalchapa. Se reportó que al lugar había llegado gente con ramos
de flores, y en cuentas de redes sociales que supuestamente
pertenecían a sus hijos se confirmó su deceso.
Dos meses después dejó en Tlatlaya dos muertos con una narcomanta dirigida
a los entonces secretarios de la Defensa y Marina: “Ahí les dejo su cena de
navidad… les doy 24 horas para que se retiren y si no los voy a empezar a matar
en emboscadas… con su padre nunca van a poder. Atte. El Pez”.
A pesar del monitoreo constante, la orden de ir por los
hermanos no llegó jamás. A lo largo del sexenio pasado, en la edad de oro de
los “abrazos no balazos”, el poder de La Familia Michoacana se extendió sin
freno. El excomisario de seguridad de Tlatlaya acaba de ser condenado a
50 años: un hito en la Operación Enjambre. Pero el caso da para más. Para
muchísimo más.
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